lunes, 8 de noviembre de 2010

Celebraciones

Mariposas
Gustavo Pérez tiene una casa enorme, preciosa, con un poderoso jardín, 'Brigitte quería un jardín grande, muy grande', me dice. Como buen artista, tocado por la magia en su vida y en su persona, está rodeado de peculiaridades. Para llegar a su casa, hay que atravesar entre cafetos y liquidámbares, entre veredas y senderos, donde juegan niños y ladran perros. Su comedor es una mesa de billar habilitada. Las habitaciones son amplísimas y la decoración minimalista. Cuadros, libros, discos por todas partes. Música clásica -yo creo que era Schubert- sonando en el fondo. Todas, toditas las cacerolas y todos, toditos los recipientes, son de barro, de colores, oscuros, claros, brillantes.
Y en el centro de la mesa de billar hay un plato grande de barro sobre el que algunas mariposas muertas bailan la música de la vida, de los colores.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Celebraciones

Ranas
Yo las veo, siempre las encuentro. No sé por qué, pero aparecen a mi paso. Se me para el corazón cuando casi las piso, o las pateo, porque no las veo, porque saltan, porque aparecen, porque se mueven y no me dejan calcular mis pisadas. Siempre. En las noches, en la oscuridad, en los días, en la luz. Cuando llueve y cuando el sol del medio día del verano quema. Saltan, brillosas, pegajosas, cerca de mí. Me detengo, las miro. Quiero tocarlas.
Una noche, lo recuerdo bien porque fue apenas esta primavera, una ranita apareció, así de pronto, frente a mí. Yo creo que andaba de buenas porque cuando me le acerqué, no se movió. Me incliné hacia ella y la toqué, suavecita y babosa, chiquitita. Creo que me miró, creo que me entendió.
La aparté del camino para que los descuidos no la mataran y brincó, feliz, entre el pasto corto. Ya luego la veo cuando paso; me saluda de lejos.